11-16 El tributo era medio siclo, aproximadamente quince peniques de nuestro dinero. Los ricos no debían dar más ni los pobres menos; las almas de los ricos y los pobres son igualmente preciosas, y Dios no hace acepción de personas, Hechos 10:34; Job 34:19. En otras ofrendas, los hombres debían dar según su capacidad terrenal; pero esto, que era el rescate del alma, debía ser igual para todos. Las almas de todos tienen igual valor, igual peligro y todos necesitan igualmente un rescate. El dinero recaudado se debía utilizar en el servicio del tabernáculo. Aquellos que tienen el beneficio no deben escatimar los gastos necesarios para el culto público de Dios. El dinero no puede hacer expiación por el alma, pero puede ser utilizado para la honra de Aquel que hizo la expiación y para el sostenimiento del evangelio mediante el cual se aplica la expiación.

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