1-9 Es más probable que prosperemos en nuestros intentos de glorificar a Dios y ser útiles a los hombres cuando aprendemos por experiencia que no podemos hacer nada por nosotros mismos; cuando nuestra dependencia total está puesta en Él y nuestra única expectativa proviene de Él. Moisés había estado esperando lo que Dios haría, pero ahora verá lo que hará. Dios ahora sería conocido por su nombre Jehová, es decir, un Dios que cumple lo que ha prometido y completa su propia obra. Dios tenía la intención de su felicidad: "Os tomaré por mi pueblo, y yo seré vuestro Dios, y vosotros sabréis que yo soy el Señor". Más que esto no necesitamos pedir ni podemos tener para ser felices. Él tenía la intención de su propia gloria: "Y conoceréis que yo soy el Señor". Estas buenas y confortadoras palabras deberían haber revivido a los abatidos israelitas y haberlos hecho olvidar su miseria; pero estaban tan preocupados por sus problemas que no prestaban atención a las promesas de Dios. Al indulgir en el descontento y la irritación, nos privamos del consuelo que podríamos tener tanto de la Palabra de Dios como de su providencia, y nos quedamos sin consuelo.

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