1-15 Faraón fue afligido con ranas; su gran número las convirtió en plagas severas para los egipcios. Dios podría haber plagado a Egipto con leones, osos, lobos o aves rapaces, pero eligió hacerlo con estas despreciables criaturas. Dios, cuando lo desea, puede armar a las partes más pequeñas de la creación en nuestra contra. De esta manera humilló a Faraón. Ni comían, ni bebían, ni dormían en paz; dondequiera que estuvieran, las ranas los molestaban. La maldición de Dios sobre una persona la perseguirá dondequiera que vaya y pesará sobre ella sin importar lo que haga. Faraón cedió bajo esta plaga. Prometió que dejaría ir al pueblo. Aquellos que desafían a Dios y la oración, tarde o temprano, se verán en la necesidad de ambos. Pero cuando Faraón vio que había un respiro, endureció su corazón. Hasta que el corazón sea renovado por la gracia de Dios, los pensamientos producidos por la aflicción no permanecen; las convicciones se desvanecen y las promesas dadas son olvidadas. Hasta que el estado del aire cambie, lo que se descongela al sol se volverá a congelar en la sombra.

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