22-27 Poseigámonos para siempre en deuda con la mediación de Cristo, para la bendita relación entre Dios y el hombre; y un verdadero creyente dirá, nunca estoy menos solo que cuando estoy solo. Cuando el Señor abrió la boca de Ezequiel, debía entregar su mensaje con valentía, colocar la vida y la muerte, la bendición y la maldición, ante la gente, y dejarlos a su elección.

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