11-14 Es nuestro deber ser afectados, no solo con nuestros propios pecados y sufrimientos, sino también mirar con compasión las miserias que las personas malvadas traen sobre sí mismas. El pecado es una cosa desoladora; por lo tanto, quédate maravillado y no peques. Si conocemos el valor de las almas y el peligro al que están expuestos los incrédulos, consideraremos a cada pecador que se refugia en Jesús de la ira venidera, una recompensa abundante por todo desprecio u oposición con la que nos podamos encontrar.

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