41-46 Esaú llevó malicia a Jacob a causa de la bendición que había obtenido. Así se interpuso en el camino de Caín, que mató a su hermano, porque ganó esa aceptación con Dios de la que se había hecho indigno. Esaú pretendía evitar que Jacob o su simiente tuvieran el dominio, quitándole la vida. Los hombres pueden preocuparse por los consejos de Dios, pero no pueden cambiarlos. Para evitar daños, Rebeca advirtió a Jacob de su peligro y le aconsejó que se retirara por su seguridad. No debemos presumir demasiado sobre la sabiduría y la resolución, incluso de los niños más esperanzados y prometedores; pero se debe tener cuidado para mantenerlos fuera del camino del mal. Al leer este capítulo, no debemos dejar de observar que no debemos seguir incluso al mejor de los hombres más allá de lo que actúan de acuerdo con la ley de Dios. No debemos hacer el mal para que venga el bien. Y aunque Dios anuló las malas acciones registradas en este capítulo, para cumplir sus propósitos, aún vemos su juicio sobre ellas, en las dolorosas consecuencias para todas las partes involucradas. Era el privilegio y la ventaja peculiar de Jacob transmitir estas bendiciones espirituales a todas las naciones. El Cristo, el Salvador del mundo, iba a nacer de una familia; y Jacob se prefería a Esaú, por la buena voluntad del Dios Todopoderoso, quien sin duda es el mejor juez de lo que es adecuado, y tiene un indudable derecho a dispensar sus favores como lo considera apropiado, Romanos 9:12.

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