1-6 Aunque parientes y amigos piadosos han vivido hasta una buena vejez, y estamos seguros de que se han ido a la gloria, sin embargo, podemos lamentar nuestra propia pérdida y respetar su memoria al lamentarlos. La gracia no destruye, pero purifica, modera y regula el afecto natural. El alma difunta está fuera del alcance de cualquier muestra de nuestro afecto; pero es apropiado mostrar respeto por el cuerpo, del cual buscamos una resurrección gloriosa y gozosa, sea lo que sea de sus restos en este mundo. Así, José mostró su fe en Dios y amor a su padre. Ordenó embalsamar el cuerpo, o envolverlo con especias, para preservarlo. Mira cuán viles son nuestros cuerpos, cuando el alma los ha abandonado; en muy poco tiempo se volverán ruidosos y ofensivos.

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