44-50 Nuestro Señor proclamó públicamente que todo aquel que creía en él, como su verdadero discípulo, no creía solo en él, sino en el Padre que lo envió. Al contemplar en Jesús la gloria del Padre, aprendemos a obedecer, amar y confiar en él. Al mirarlo diariamente a Él, que vino una Luz al mundo, nos liberamos cada vez más de la oscuridad de la ignorancia, el error, el pecado y la miseria; aprendemos que el mandato de Dios nuestro Salvador es la vida eterna. Pero la misma palabra sellará la condena de todos los que la desprecian o la descuidan.

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