37-41 Mientras hay vida hay esperanza; y en lugar de quejarnos de que las cosas están mal, debemos alentarnos con la esperanza de que sean mejores. Somos hombres pecadores, y de lo que nos quejamos es mucho menos de lo que nuestros pecados merecen. Deberíamos quejarnos de Dios y no de él. Estamos aptos, en tiempos de calamidad, a reflexionar sobre los caminos de otras personas y culparlos; pero nuestro deber es buscar y probar nuestros propios caminos, para que podamos pasar del mal a Dios. Nuestros corazones deben ir con nuestras oraciones. Si las impresiones internas no responden a las expresiones externas, nos burlamos de Dios y nos engañamos a nosotros mismos.

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