21-36 Habiendo manifestado su angustia y tentación, el profeta muestra cómo fue elevado por encima de él. Por malas que sean las cosas, es debido a la misericordia de Dios que no son peores. Debemos observar lo que nos hace, así como lo que está en contra de nosotros. La compasión de Dios no falla; de esto tenemos nuevas instancias cada mañana. Porciones en la tierra son cosas que perecen, pero Dios es una porción para siempre. Es nuestro deber, y será nuestro consuelo y satisfacción, esperar y esperar en silencio la salvación del Señor. Las aflicciones funcionan y funcionarán mucho para bien: a muchos les ha parecido bueno soportar este yugo en su juventud; ha hecho a muchos humildes y serios, y los ha destetado del mundo, que de lo contrario habrían sido orgullosos e ingobernables. Si la tribulación produce paciencia, esa paciencia servirá de experiencia, y esa experiencia será una esperanza que no avergüenza. Los pensamientos debidos del mal del pecado y de nuestra propia pecaminosidad nos convencerán de que no somos consumidos por las misericordias del Señor. Si no podemos decir con voz inquebrantable, El Señor es mi porción; ¿no podemos decir que deseo tenerlo para mi porción y salvación, y en su palabra espero? Felices seremos si aprendemos a recibir la aflicción que nos ha impuesto la mano de Dios.

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