12-20 Las aflicciones deberían más bien acelerarnos a nuestro deber, que sacarnos de él. Pero nuestra incapacidad para el deber, cuando es natural y no pecaminoso, tendrá grandes concesiones para ello; Dios tendrá misericordia y no sacrificio. Aprovechemos la solemne advertencia que transmite esta historia. Cuando los adoradores profesantes vienen con celo sin conocimiento, afectos carnales, pensamientos terrenales, ligeros, vanos, insignificantes, los dispositivos de la adoración de la voluntad, en lugar de la ofrenda del alma y el espíritu; entonces el incienso es encendido por una llama que nunca bajó del cielo, que el Espíritu de un Dios santo nunca envió dentro de sus corazones.

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