14-18 Las pruebas de la verdad del Evangelio son tan abundantes, que los que no lo reciben pueden ser justamente reprendidos por su incredulidad. Nuestro bendito Señor renovó su elección de los once como sus apóstoles, y les encargó que fueran por todo el mundo, para predicar su evangelio a toda criatura. Sólo el que es un verdadero cristiano se salvará por medio de Cristo. Simón el Mago profesó creer y fue bautizado, pero fue declarado en los lazos de la iniquidad: véase su historia en Hechos 8:13. Sin duda, esta es una declaración solemne de esa verdadera fe que recibe a Cristo en todos sus caracteres y oficios, y para todos los propósitos de la salvación, y que produce su efecto correcto en el corazón y la vida; no un mero asentimiento, que es una fe muerta, y no puede beneficiar. La comisión de los ministros de Cristo se extiende a toda criatura en todo el mundo, y las declaraciones del Evangelio no sólo contienen verdades, estímulos y preceptos, sino también las más terribles advertencias. Observad de qué poder debían estar dotados los apóstoles para confirmar la doctrina que habían de predicar. Estos eran milagros para confirmar la verdad del evangelio, y medios para difundir el evangelio entre las naciones que no lo habían oído.

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