Los creyentes deben morir al pecado y vivir para Dios. (1,2) Esto es instado por su bautismo cristiano y la unión con Cristo. (3-10) Son hechos vivos para Dios. (11-15) Y son liberados del dominio del pecado. (16-20) El fin del pecado es la muerte, y el de la santidad la vida eterna. (21-23)

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