1-4 Apresúrate a mí. Aquellos que sepan valorar la bondadosa presencia de Dios serán más fervientes en sus oraciones. Cuando se presentan a través del sacrificio y la intercesión del Salvador, serán tan aceptables para Dios como los sacrificios diarios y las quemaduras de incienso eran de antaño. La oración es un sacrificio espiritual, es la ofrenda del alma y sus mejores afectos. Los hombres buenos conocen el mal de los pecados con lengua. Cuando los enemigos provocan, estamos en peligro de hablar sin previo aviso. Mientras vivimos en un mundo malvado, y tenemos corazones tan malvados, tenemos que rezar para que no seamos atraídos ni obligados a hacer algo pecaminoso. Los pecadores fingen encontrar delicadezas en el pecado; pero aquellos que consideran cuán pronto el pecado se convertirá en amargura, temerán esas delicadezas y orarán a Dios para que las quite de su vista y, por su gracia, vuelva sus corazones contra ellas. Los buenos hombres rezan contra los dulces del pecado.

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