5-8 Hay personas en el mundo que temen el nombre de Dios. Hay una herencia peculiar de esa gente; comodidades presentes en el alma, ganancias de la dicha futura. Los que temen a Dios tienen suficiente en él, y no deben quejarse. No necesitamos desear una herencia mejor que la de aquellos que temen a Dios. Aquellos que cumplen con un buen propósito en este mundo, que permanecen ante Dios, le sirven y caminan en su temor; los que lo hagan, permanecerán ante él para siempre. Y estas palabras se aplicarán a Aquel de quien el ángel dijo: el Señor le dará el trono de su padre David, y su reino no tendrá fin, Lucas 1:32. Las promesas de Dios y nuestra fe en ellas no son para eliminar, sino para alentar la oración. No necesitamos desear estar mejor asegurados que bajo la protección de la misericordia y la verdad de Dios. Y si participamos de esa gracia y verdad que vino de Jesucristo, podemos alabarlo, sean cuales sean nuestras circunstancias externas. Pero la experiencia renovada de la misericordia y la verdad de Dios hacia su pueblo en Cristo es el tema principal de nuestro gozo en él, y nuestra alabanza a él.

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