15-18 Felices son aquellos que conocen el sonido alegre del evangelio como para obedecerlo; quienes experimentan su poder sobre sus corazones y producen el fruto en sus vidas. Aunque los creyentes no son nada en sí mismos, aunque tienen todo en Cristo Jesús, pueden regocijarse en su nombre. Que el Señor nos permita hacerlo. La alegría del Señor es la fuerza de su pueblo; mientras que la incredulidad nos desanima y desanima a los demás. Aunque nos roba bajo una apariencia de humildad, es la esencia misma del orgullo. Cristo es el santo de Israel; y en él estaba esa gente peculiar más bendecida que en cualquier otra bendición.

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