1-8 Los ancianos discípulos de Cristo deben comportarse en todo de acuerdo con la doctrina cristiana. Que los ancianos sean sobrios, sin pensar que la decadencia de la naturaleza justifique ningún exceso, sino que busquen consuelo en una comunión más estrecha con Dios, no en ninguna indulgencia indebida. La fe obra y debe verse en el amor a Dios por sí mismo, y a los hombres por Dios. Las personas mayores son propensas a ser malhumoradas e inquietas; por lo tanto, deben estar en guardia. Aunque no hay una Escritura expresa para cada palabra o mirada, hay reglas generales, según las cuales todo debe ser ordenado. Las jóvenes deben ser sobrias y discretas, pues muchas se exponen a tentaciones fatales por lo que al principio podría ser sólo falta de discreción. Se añade la razón de que la palabra de Dios no sea blasfemada. Las faltas a los deberes reprochan mucho al cristianismo. Los jóvenes son propensos a ser ansiosos e irreflexivos, por lo que se les debe pedir encarecidamente que tengan una mente sobria: hay más jóvenes arruinados por el orgullo que por cualquier otro pecado. Todo hombre piadoso debe esforzarse por tapar la boca de los adversarios. Que tu propia conciencia responda por tu rectitud. Qué gloria es para un cristiano, cuando esa boca que se abriría contra él, no puede encontrar ningún mal en él para hablar.

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