Juró: les aseguró con su promesa y juramento que serían guardados de los males que temían. Esto lo podía jurar con seguridad, porque no solo tenía la promesa del rey de Babilonia, sino también la promesa de Dios cumplida por Jeremías. Y, al parecer, se estaba abriendo de nuevo una perspectiva justa. ¡Pero cuán pronto cambió la escena! Este esperanzador asentamiento es rápidamente destrozado, no por los caldeos, sino por algunos de ellos.

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