Gedalías les juró. Les aseguró por medio de su promesa y juramento, que si eran pacientes y pacíficos bajo el gobierno del rey de Babilonia, y se comportaban correctamente, serían guardados de los males que temían. Esto lo podía jurar con seguridad, porque no solo tenía la promesa y el interés de Nabucodonosor, sino también la promesa de Dios, entregada por Jeremías. Y podría parecer que ahora se les abre de nuevo una perspectiva justa. ¡Pero Ay! este asentamiento esperanzador pronto fue hecho pedazos, no por los caldeos, sino por ellos mismos. Las cosas de su paz estaban tan ocultas a sus ojos que ni sabían cuándo estaban bien, ni querían creer cuando se lo decían incluso el mismo Dios.

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