Y llegó la hija del Faraón: la Providencia no trae menos persona que la hija del Faraón justo en ese momento, la guía al lugar donde yacía este pobre niño, inclina su corazón a compadecerlo, lo que se atreve a hacer, cuando nadie más se atreve. Nunca el pobre niño lloró tan apropiadamente como este; el bebé lloró, lo que movió su compasión, como sin duda lo hizo su belleza.

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