Y cuando ya no pudo esconderlo más, lo metió en un arca de juncos, a la orilla del río. Dios puso en sus corazones hacer esto, para lograr sus propios propósitos: que Moisés pudiera por este medio ser llevado a las manos de la hija de Faraón, y que por su liberación, se pudiera dar una muestra de la liberación de la iglesia de Dios.

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