Yo soy el señor que te sacó de Ur de los caldeos, del fuego de los caldeos, algunos, es decir, de sus idolatrías; porque los caldeos adoraban el fuego. O de sus persecuciones. Los escritores judíos tienen una tradición, que Abram fue arrojado a un horno de fuego por negarse a adorar ídolos, y fue librado milagrosamente. Es más bien un lugar con ese nombre. De allí Dios lo trajo con un llamado eficaz, lo trajo con una violencia misericordiosa; lo arrebató como un tizón de la quema.

Observa cómo Dios habla de ello como aquello de lo que se glorió. Yo soy el Señor que te saqué; Él se gloría en ello como un acto de poder y de gracia. Para darte esta tierra para heredarla, no solo para poseerla, sino para poseerla como herencia, que es el título más seguro. La providencia de Dios tiene designios secretos, pero llenos de gracia, en todas sus diversas dispensaciones: no podemos concebir los proyectos de la providencia, hasta que el evento muestre a qué se dirigía.

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