Muy temprano en la mañana, un buen rato antes del día. Jacob había ayudado a sus esposas e hijos a cruzar el río, y deseaba estar en privado, y se quedó solo, para que nuevamente pudiera difundir sus preocupaciones y temores ante Dios en oración. Mientras Jacob oraba con fervor y se animaba a aferrarse a Dios, un ángel se aferra a él. Algunos piensan que este fue un ángel creado, uno de esos que siempre contemplan el rostro de nuestro Padre.

Más bien era el ángel del pacto, que a menudo aparecía en forma humana, antes de asumir la naturaleza humana. El profeta Oseas 12:4 nos dice cómo luchó Jacob, lloró y suplicó; las oraciones y las lágrimas eran sus armas. No fue sólo una lucha corporal, sino espiritual por la fe vigorosa y el santo deseo.

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