Los Testamentos de los Doce Patriarcas XII

La buena mente no tiene dos lenguas, la de la bendición y la de la maldición, la de la injuria y la de la honra, la de la tristeza y la de la alegría, la de la quietud y la de la angustia, la de la hipocresía y la de la verdad, la de la pobreza y la de la riqueza; pero tiene una disposición, pura e incorrupta, con respecto a todos los hombres. No tiene doble vista,[4]

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