Algunas viudas fueron desatendidas Hechos Seis "Unidad perfecta" es el término que mejor describe los primeros días de la iglesia. "Y la multitud de los que habían creído era de un solo corazón y de una sola alma..." ( Hechos 4:32 ) A medida que la iglesia crecía en multitud, algunos comenzaron a murmurar. Sentían que sus viudas estaban siendo desatendidas. La tarea de cuidar de todos era demasiado grande para los apóstoles. Necesitaban ayuda para asegurarse de que las viudas fueran debidamente atendidas. También necesitaban mucho tiempo para la oración y la predicación.

Siete hombres calificados fueron seleccionados para ayudar en el cuidado de las viudas. Estos eran "siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría". Cuando los siete hombres fueron seleccionados, los apóstoles oraron por ellos y les impusieron las manos. Los apóstoles querían que las viudas fueran bien atendidas. El descuido no había sido intencional. Había ocurrido un error y los apóstoles querían que se rectificara.

Incluso durante este tiempo la iglesia siguió creciendo. “Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén, y una gran compañía de los sacerdotes obedecían a la fe”. ( Hechos 6:7 )

Esteban no solo ayudó a cuidar de las viudas, sino que también fue un poderoso predicador. La Biblia dice que, "Esteban, lleno de fe y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre la gente". Él fue el primero en ser nombrado, además de los apóstoles que hicieron milagros. Algunos discutieron con Esteban, pero "no pudieron resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba". Cuando no pudieron responder a sus argumentos como disputante, trajeron falsos testigos contra él.

Los falsos testigos dijeron: "Le hemos oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios". ( Hechos 6:11 )

Cuando el concilio miró a Esteban, "vieron su rostro como si hubiera sido el rostro de un ángel". ( Hechos 6:15 ) Esteban habló con mansedumbre. Era tranquilo, claro, sereno y valiente. Su rostro resplandeciente demostró que no había pronunciado palabras blasfemas contra Moisés o Dios. ¿Cómo descansaría el esplendor del cielo sobre alguien que habló de una manera tan horrible?

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