Entonces el rey bendijo al Dios de Sadrac, etc.

Le ofreció adoración. Es lo que podríamos haber esperado. Él era. rey religioso. No había duda, ahora que Jehová lo era. Dios poderoso. Por eso lo adoró, junto con sus propios dioses, y decretó que nadie hablara contra él.

PRÁCTICO Y SUGERENTE.

1. La adoración, para ser eficaz, debe ser sincera y voluntaria. Los decretos para hacer que los hombres adoren siempre han fallado en lograr su objeto.

2. Ninguna ley humana puede obligar a los hombres a adorar por igual. Ha sido intentado muchas veces por Papas, Inquisiciones, Reyes Católicos y otros gobernantes que tenían el mismo espíritu. El potro, la rueda, la palomilla y las llamas del Auto de Fes nunca han hecho que todos se inclinen ante la misma imagen.

3. Es correcto obedecer a los gobernantes, pero el más alto de todos los gobernantes es Dios. Él es el Rey de reyes. Cuando los reyes terrenales nos ordenan desobedecerlo, deben ser desobedecidos. Es correcto obedecer a Dios antes que a los hombres.

4. Los gobernantes terrenales, o compañeros terrenales, pueden fruncir el ceño si obedecemos a Dios. "Todos los que viven piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución". Puede que no seamos enviados a prisión, ni quemados, ni siquiera multados, pero si somos devotos y apostólicos, seremos burlados y llamados fanáticos. Cualquier cosa que tengamos que sufrir, aunque sea como en los días de los mártires, debemos ser tan firmes como. roca por la derecha.

5. Dios permitirá que sus hijos caigan a veces en el horno de fuego, ya sea de persecución, o de aflicción, pero si confían plenamente en él no. cabello de su cabeza será dañado. Él caminará con ellos y los librará. Él nos anima, cuando somos llamados a sufrir, declarando:

La llama no te hará daño;. solo diseño, Tu escoria para consumir; tu oro para refinar. 6. El triunfo de la fe exige testigos. La muerte triunfal de Esteban fue seguida por. gran crecimiento de la iglesia. La era de los mártires piadosos siempre ha sido una era de crecimiento. El heroico juicio de Sadrac, Mesac y Abed-nego, tuvo mucho que ver con la formación del inflexible odio a la idolatría en la raza hebrea exiliada.

7. La Iglesia es como la zarza ardiente que vio Moisés, toda en llamas, pero sin consumirse. Es como los tres hombres en el horno de Nabucodonosor, todos ilesos porque el Hijo de Dios estaba con ellos. Como Venus, nació de la espuma de un océano de oposición; como Hércules, tuvo que estrangular a las serpientes que lo asaltaban incluso en su cuna.-- P.

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