Versículo 34. La sal es buena: pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué se sazonará? 35. Ni es apta para la tierra, ni para el estercolero; pero los hombres la echan fuera. El que tiene oídos para oír, que oiga.

BEDA; Había dicho más arriba que la torre de la virtud no sólo había que empezarla, sino también terminarla, y a esto pertenece lo siguiente: La sal es buena. Es bueno sazonar los secretos del corazón con la sal de la sabiduría espiritual, más aún, con los Apóstoles para convertirse en la sal de la tierra. Porque la sal en sustancia consiste en agua y aire, teniendo una ligera mezcla de tierra, pero seca la naturaleza fluida de los cuerpos corruptos para preservarlos de la descomposición.

Bien entonces compara a sus discípulos con la sal, en cuanto son regenerados por el agua y el Espíritu; y como viviendo enteramente espiritualmente y no según la carne, ellos a la manera de la sal cambian la vida corrupta de los hombres que viven en la tierra, y por sus propias vidas virtuosas deleitan y sazonan a sus seguidores.

TEOFILO. Pero no sólo a los que están dotados de la gracia de los maestros, sino también a los particulares, Él exige que se vuelvan como la sal, útiles a los que les rodean. Pero si el que ha de ser útil a otros se vuelve réprobo, no puede ser aprovechado, como sigue: Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se sazonará?

BEDA; Como si dijera: "Si un hombre que una vez fue iluminado por el sazón de la verdad, cae de nuevo en la apostasía, ¿por qué otro maestro será corregido, ya que ha desechado la dulzura de la sabiduría que había gustado, asustado por las tribulaciones o seducida por las atracciones del mundo, de donde se sigue que no es apta para la tierra, ni tampoco para el estercolero, etc., porque la sal, cuando haya dejado de ser apta para sazonar los alimentos y secar la carne, será buena para nada.

Porque ni es útil para la tierra, que cuando se echa sobre ella se impide que produzca, ni para el estiércol para beneficiar la preparación de la tierra. Así que el que después del conocimiento de la verdad retrocede, no es capaz de dar fruto de buenas obras por sí mismo, ni de instruir a otros; pero debe ser expulsado, es decir, debe ser separado de la unidad de la Iglesia.

TEOFILO. Pero como su discurso era en parábolas y dichos tenebrosos, nuestro Señor, para despertar a sus oyentes para que no recibieran con indiferencia lo que se decía de la sal, añade: El que tenga oídos para oír, que oiga, es decir, según tenga sabiduría, que entienda. Porque debemos tomar los oídos aquí como el poder perceptivo de la mente y la capacidad de comprensión.

BEDA; Oiga también, no despreciando, sino haciendo lo que ha aprendido.

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