CAPÍTULO I.

ANÁLISIS.

Santiago, siervo de Cristo, escribe esta carta a las doce tribus entonces en dispersión; y mientras algunos son mencionados como incrédulos y otros como creyentes, la Epístola está dirigida principalmente a los últimos. Quiere que cuenten como ganancia las tentaciones a que están sujetos, aconsejándoles que pidan sabiduría a Dios, a fin de que se fortalezca su paciencia. Les dice que Dios imparte sabiduría cuando la petición se hace con fe.

Esta sabiduría de lo alto capacita al poseedor para actuar correctamente, y también lo capacita para soportar las tentaciones. Les advierte contra el pecado de imputar el mal a Dios, o que él sea la causa del mismo, y les asegura que es todo lo contrario; que todos los dones de Dios son buenos y perfectos. Les muestra que las tentaciones surgen de los propios deseos y pasiones pecaminosos del hombre, y los exhorta a dejar de lado toda pecaminosidad ya recibir y ser guiados por la Palabra infalible de Dios, asegurándoles que los hacedores de la Palabra son salvos; que la ley perfecta de la libertad es la única guía segura; que uno puede creerse religioso, pero al fallar en observar los requisitos de la guía infalible al refrenar su lengua, encontrará que su religión es un fracaso; que la religión pura consiste en actos de benevolencia hacia el huérfano y la viuda, y en guardar uno' s auto no contaminado por los vicios del mundo. Claramente, que la religión es algo que hacer creencia en acción, fe en operación más que algo para obtener.

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