Santiago, después de saludar a sus lectores, comienza su epístola advirtiendo sobre las pruebas a las que fueron expuestos: estas, si las soportaran con paciencia, las confirmarían y fortalecerían en la fe; y, puesto que se encontraban en circunstancias difíciles, les exhorta a pedir , sin dudar, sabiduría de Dios. Si, por un lado, vencían con éxito las tentaciones a que los expusieron sus pruebas, recibirían la corona de vida que el Señor había prometido a los que le aman; pero si, por el contrario, fueron vencidos, deben cuidarse de atribuir sus pecados, que surgieron de sus propios malos deseos, a Dios, que es el Autor, no del mal, sino del bien; y especialmente fue de Su pura bondad que ellos renacieron por la palabra de verdad.

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