Escucha la palabra del Señor El tono de Isaías es amenazante, porque ve en esto un pecado contra Jehová. No era necesario precisar en qué consistía el delito; rey y profeta se entendían perfectamente. La recepción de una embajada del enemigo jurado del rey de Asiria fue en sí mismo un acto de rebelión que probablemente precipitaría un conflicto que Isaías se esforzó por evitar; y la vanidad infantil desplegada por Ezequías, su orgullo por los recursos terrenales y su disposición a entablar relaciones amistosas con los poderes de este mundo, eran tendencias contra las cuales el ministerio de Isaías había sido una continua protesta.

Todas estas tendencias brotaban de una sola raíz, la falta de esa fe absoluta en Jehová como guía suficiente y protector de la nación que era el artículo fundamental del programa político de Isaías.

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