Aquí el discurso toma un nuevo comienzo. El profeta es testigo de los regocijos salvajes de la cosecha, y advierte a su pueblo que no sea tan exuberante, porque deben ir al cautiverio. Tres veces en este Capítulo y en los dos siguientes recurre a la historia temprana de los israelitas, y muestra cómo han enfrentado constantemente la misericordia divina con rebelión e idolatría, de modo que Jehová no tiene otra opción que rechazarlos.

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