Sin espíritu de presuntuosa confianza en sí mismo, sino con un sincero deseo de ser salvado del autoengaño y guiado por el camino de la verdadera vida, el salmista termina invitando y acogiendo ese escrutinio divino que sabe que es un hecho y del cual no puede escapar ( Salmo 139:1 ss.), y orando por esa guía divina que le es indispensable.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad