El siguiente comentario cubre los Capítulos 16 y 17.

Pero ahora llegan las dificultades del camino. Viajan tres días sin agua, un triste efecto, en apariencia, de tal liberación; y entonces el agua es amarga cuando la encuentran. Si la muerte los ha librado del poder del enemigo, debe darse a conocer en su aplicación a ellos mismos; amargo para el alma, es cierto, pero, por gracia, refrigerio y vida, porque "en todas estas cosas está la vida del espíritu".

"Es la muerte y la aplicación de la cruz a la carne prácticamente, después de la liberación; pero la madera -la parte de Cristo en la cruz, no lo dudo- la hace dulce, y también el refrigerio. Luego tenemos los doce pozos y setenta palmeras. -árboles [1] -tipos, me parece, de esos manantiales vivos y de ese refugio que han sido provistos, a través de instrumentos escogidos por Dios, para el consuelo de Su pueblo.

Aquí tenemos el principio de la responsabilidad del pueblo y su obediencia, puesto como condición de su bienestar bajo el gobierno de Dios. Aún así, sin embargo, la parte de la historia desde el Mar Rojo hasta el Sinaí es siempre gracia. El sábado -descanso del pueblo- se establece en relación con Cristo, el verdadero pan de vida, que lo da. Luego vienen las aguas vivas del Espíritu que salen de la roca; pero con la presencia del Espíritu Santo viene el conflicto, y no el descanso.

Sin embargo, Cristo, tipificado aquí por Josué, de quien ahora se hace mención por primera vez, se coloca espiritualmente a la cabeza de su pueblo. El verdadero descanso es por Cristo, el pan bajado del cielo, y este viene primero, antes del conflicto, aunque el hombre realmente no podría disfrutarlo solo por ese pan, que es Cristo encarnado, sin que entre la muerte y la redención. A menos que comamos la carne. y bebe la sangre, no hay vida para gustar y gozar el pan.

Pero, hasta ahora, el pueblo se caracteriza por la redención, y sus ejercicios y bendiciones están bajo la gracia. La cuestión del acceso directo a Dios aún no se nos presenta. La roca ciertamente está herida, como debe ser para tener el agua viva; pero esta es la figura de lo histórico, el acontecimiento de la muerte de Cristo, no la figura del acceso a Dios tras el velo. Es toda la parte terrenal de los caminos de Dios, incluso en la gracia.

Por más seguros que estén de la victoria al pelear las batallas del Señor, la entera dependencia del pueblo, en cada momento, de la bendición divina, se nos presenta en esto, que si Moisés (quien con la vara de Dios nos representa a Su autoridad en lo alto) no mantiene sus manos en alto, el pueblo es golpeado por sus enemigos. Sin embargo, Aarón el sumo sacerdote y Hur (¿pureza?) mantienen la bendición, e Israel prevalece.

La causa era oculta. La sinceridad, los esfuerzos valientes, el hecho de que la batalla era la batalla de Dios, fueron, aunque correctos, de nada sirvieron; todo dependía de la bendición de Dios desde lo alto. Uno habría pensado, de hecho, que si Dios hizo la guerra y desplegó la bandera, pronto terminaría; ¡pero no! de generación en generación haría la guerra contra Amalec. Porque, si fue la guerra de Dios, fue en medio de Su pueblo.

Nota 1

El Señor adoptó este número en Sus dos misiones finales de los discípulos a Israel.

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