El capítulo 28 nos presenta los primeros elementos de estas escenas finales en la historia de este maravilloso pueblo. El flagelo viene del norte. Efraín es invadido como por un torrente que se desborda, por una tempestad de granizo que hiere y destruye; es pisoteado. Mas en aquel día Jehová será por corona de gloria al remanente de Su pueblo. El pueblo moralmente embrutecido, no oye. Y esta es la sentencia judicial de Jehová que se vuelve hacia Jerusalén al pronunciarla.

Allí habían hecho un pacto con la muerte y los poderes de las tinieblas, [1] para poder escapar del torrente desbordante. Pero el pacto será anulado, el azote los alcanzará; serán hollados y heridos con esta vara terrible. Tenemos entonces esta revelación, que cuando Efraín sea invadido por este terrible azote, los príncipes de Jerusalén tratarán de preservarse de él haciendo un pacto con el poder del mal.

Pero quedará en nada. Las aguas se desbordarán y barrerán el refugio de la mentira. Jerusalén, al igual que Efraín, sufre las consecuencias del asalto del enemigo. Pero el Mesías es la piedra angular escogida, el fundamento seguro para el remanente; el que cree en El no será avergonzado. Así Efraín es invadida y Jerusalén tomada. Hay una consumación determinada [2] por Jehová sobre toda la tierra.

Nota 1

Dicen insolentemente que han hecho un pacto con el poder del mal, para que, cuando viniera el azote, no se les acercara. Imposible concebir un desafío más abierto a Dios y sus juicios. Históricamente lo habrán hecho al unirse con el hombre de pecado, el Anticristo, cuya venida es según el poder de Satanás; pero aquí se dice desafiando a Dios.

Nota 2

Esta expresión también se usa en otros lugares, como en Daniel, como una especie de fórmula técnica para los tratos del Señor en los últimos días: la terminación de la obra y su abreviatura en justicia. Él juzga completamente, lo llena, pero lo acorta para perdonar al remanente, a los elegidos.

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