El efecto de esta incredulidad se manifiesta en el capítulo 30. El pueblo puso su confianza en el hombre, conforme a la sabiduría del hombre. Buscan ayuda en Egipto, pero en vano. Este desprecio de Jehová, acompañado de una negativa absoluta a escuchar su palabra, que exhortaba al pueblo a confiar tranquilamente en él, aumentó aún más su iniquidad. Dios permite que el mal, por lo tanto, siga en plenitud; pero es para dar entonces curso libre a su gracia.

El versículo 18 ( Isaías 30:18 ) es un maravilloso testimonio de los caminos de Jehová. Permitió que el castigo se cumpliera plenamente, para que no le quedara nada más que la gracia perfecta. La gracia y la gloria abundarán, cuando Jehová vendará la herida de Su pueblo y sanará su herida. Al final del capítulo tenemos la intervención de Jehová contra este último instrumento de Sus castigos: la vara del capítulo 10.

El asirio es destruido, y en el lugar donde caerá la vara sobre él, sólo habrá cánticos de triunfo. Pero Tofet, el fuego de Jehová, también fue preparado para otro: "para el rey". El que hubiere asumido ese título en Israel, será también consumido por la ira de Jehová.

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