Jesús dijo: "La sal es buena cosa; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿cómo se le devolverá el sabor? No es apta ni para la tierra ni para el estercolero. Los hombres la tiran. El que tiene oídos para oír, que oiga".

Sólo a veces Jesús habla con una amenaza en su voz. Cuando una persona está siempre quejándose, criticando y quejándose, su ira irritable deja de tener algún significado o efecto. Pero cuando alguien cuyo acento es el acento del amor de repente habla con una amenaza, estamos obligados a escuchar. Lo que Jesús está diciendo es esto: cuando una cosa pierde su cualidad esencial y no cumple con su deber esencial, no sirve para nada más que para desecharla.

Jesús usa la sal como símbolo de la vida cristiana. ¿Cuáles son, entonces, sus cualidades esenciales? En Palestina tuvo tres usos característicos.

(i) Se usó sal como conservante. Es el más antiguo de todos los conservantes. Los griegos solían decir que la sal podía dar un alma nueva a las cosas muertas. Sin sal una cosa se pudría y se echaba a perder; con ella se conservaba su frescura. Eso significa que el verdadero cristianismo debe actuar como preservativo contra la corrupción del mundo. El cristiano individual debe ser la conciencia de sus semejantes; y la iglesia la conciencia de la nación.

El cristiano debe ser tal que en su presencia no se use lenguaje dudoso, ni se cuenten historias cuestionables, ni se sugiera ninguna acción deshonrosa. Debe ser como un antiséptico limpiador en el círculo en el que se mueve. La iglesia debe hablar sin miedo contra todos los males y apoyar todas las buenas causas. Ella nunca debe callar por temor o favor de los hombres.

(ii) Se usó sal como saborizante. La comida, sin sal, puede ser repugnantemente insípida. El cristiano, entonces, debe ser el hombre que da sabor a la vida. El cristianismo que actúa como una sombra de tristeza y una manta mojada no es un verdadero cristianismo. El cristiano es el hombre que, con su coraje, su esperanza, su alegría y su bondad, da un nuevo sabor a la vida.

(iii) Se usó sal en la tierra. Se usó para facilitar el crecimiento de todas las cosas buenas. El cristiano debe ser tal que haga más fácil que la gente sea buena y más difícil que sea mala. Todos conocemos personas en cuya compañía hay ciertas cosas que no haríamos ni podríamos hacer; e igualmente todos conocemos personas en cuya compañía bien podríamos rebajarnos a cosas que por nosotros mismos no haríamos. Hay buenas almas en cuya compañía es más fácil ser valiente, alegre y bueno. El cristiano debe llevar consigo un soplo del cielo en el que florezcan las cosas bellas y se marchiten las cosas malas.

Esa es la función del cristiano; si falla en su función, no hay ninguna buena razón por la que deba existir en absoluto; y ya hemos visto que en la economía de Dios la inutilidad invita al desastre. El que tiene oído para oír, que oiga.

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