Mientras escuchaban estas cosas, Jesús pasó a contarles una parábola porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a aparecer inmediatamente. Entonces él dijo: "Había un hombre noble que se fue a un país lejano para recibir un reino para sí y luego regresar. Llamó a diez de sus propios sirvientes y les dio cinco libras a cada uno y les dijo: 'Negociad con estos hasta Yo voy.

' Sus ciudadanos lo odiaron, y enviaron una embajada tras él, diciendo: 'No queremos que este hombre sea rey sobre nosotros.' Cuando hubo recibido el reino y vuelto, mandó llamar a los siervos a quienes había dado el dinero, para que supiera lo que habían hecho comerciando con él. Vino el primero y dijo: 'Señor, sus 5 libras han producido 50 libras.' Así que le dijo: '¡Bien hecho, buen siervo! Por cuanto te has mostrado fiel en lo poco, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

' Y vino el segundo y le dijo también: 'Señor, tus 5 libras han hecho 25 libras.' También le dijo: 'Tú también serás ascendido sobre cinco ciudades.' Otro se le acercó y le dijo: 'Señor, aquí están sus 5 libras, que guardaba guardadas en una toalla, porque le tenía miedo, porque sé que es un hombre duro. Recoges lo que no dejaste y cosechas lo que no sembraste.' Él le dijo: 'Por tu propia boca te juzgo, siervo malvado.

Sabías que soy hombre duro, que tomo lo que no puse y siego lo que no sembré. Por lo tanto, deberías haber dado mi dinero a los banqueros, para que cuando viniera, lo hubiera recibido más intereses. Dijo a los que estaban presentes: 'Quítenle las 5 libras y dénsela al que tiene 50 libras'. Le dijeron: 'Señor, tiene 50 libras'. Yo os digo, que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Pero en cuanto a estos mis enemigos, que no querían tenerme como su rey, traedlos aquí y despedazadlos en mi presencia".

Esta es única entre las parábolas de Jesús, porque es la única cuya historia se basa en parte en un evento histórico real. Habla de un rey que se fue a recibir un reino y cuyos súbditos hicieron todo lo posible para impedir que lo recibiera. Cuando Herodes el Grande murió en el año 4 a. C., dejó su reino dividido entre Herodes Antipas, Herodes Felipe y Arquelao. Esa división tuvo que ser ratificada por los romanos, que eran los señores supremos de Palestina, antes de que entrara en vigor.

Arquelao, a quien se había dejado Judea, fue a Roma para persuadir a Augusto de que le permitiera entrar en su herencia, tras lo cual los judíos enviaron una embajada de cincuenta hombres a Roma para informar a Augusto que no deseaban tenerlo como rey. De hecho, Augusto lo confirmó en su herencia, aunque sin el título real de rey. Cualquiera en Judea, al escuchar la parábola, recordaría inmediatamente las circunstancias históricas en las que se basaba.

La parábola del rey y sus siervos ilustra ciertos grandes hechos de la vida cristiana.

(i) Habla de la confianza del rey. Dio el dinero a sus sirvientes y luego se fue y les dejó que lo usaran como pudieran y como pensaran mejor. Él no interfirió de ninguna manera con ellos, ni se paró sobre ellos. Los dejó enteramente a su suerte. Esa es la forma en que Dios confía en nosotros. Alguien ha dicho: "Lo mejor de Dios es que confía en nosotros para hacer mucho por nosotros mismos".

(ii) Habla de la prueba del rey. Como siempre, esta confianza era una prueba de si un hombre era o no fiel y confiable en las cosas pequeñas. A veces, un hombre justifica cierta gran ineficiencia en los asuntos ordinarios y rutinarios de la vida afirmando que "tiene una mente por encima de las tonterías". Dios no lo ha hecho. Es precisamente en estos deberes rutinarios que Dios está probando a los hombres. No hay ejemplo de esto como el mismo Jesús.

De sus treinta y tres años de vida, Jesús pasó treinta en Nazaret. Si no hubiera cumplido con absoluta fidelidad las tareas del taller de carpintería de Nazaret y la obligación de ser el sostén de la familia, Dios nunca podría haberle encomendado la tarea suprema de ser el Salvador del mundo.

(iii) Nos habla de la recompensa del rey. La recompensa que recibieron los siervos fieles no era una que pudieran disfrutar sentándose y cruzando las manos y sin hacer nada. Uno fue puesto sobre diez ciudades y el otro sobre cinco. La recompensa del trabajo bien hecho era más trabajo por hacer. El mayor cumplido que podemos hacerle a un hombre es darle tareas cada vez mayores y más difíciles de hacer. La gran recompensa de Dios para el hombre que ha pasado la prueba es más confianza.

(iv) La parábola concluye con una de las leyes inexorables de la vida. Al que tiene, más se le dará; al que no tiene, se le quitará lo que tiene. Si un hombre juega un juego y continúa practicándolo, lo jugará con una eficiencia cada vez mayor; si no practica, perderá gran parte de cualquier destreza y habilidad que tenga. Si disciplinamos y entrenamos nuestros cuerpos, se volverán cada vez más aptos y fuertes; si no lo hacemos, se volverán flácidos y perderán gran parte de la fuerza que tenemos.

Si un escolar aprende latín y continúa con su aprendizaje, la riqueza de la literatura latina se abrirá más y más para él; si no sigue aprendiendo, olvidará mucho del latín que sabe. Si realmente buscamos el bien y dominamos esta y aquella tentación, se nos abrirán nuevas perspectivas y nuevas alturas del bien; si renunciamos a la batalla y tomamos el camino fácil, gran parte del poder de resistencia que una vez poseimos se perderá y caeremos desde cualquier altura que hayamos alcanzado.

No hay tal cosa como quedarse quieto en la vida cristiana. O obtenemos más o perdemos lo que tenemos. O avanzamos a mayores alturas o retrocedemos.

LA ENTRADA DEL REY ( Lucas 19:28-40 )

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