1 Cuando sales a la batalla. Esta ley también, que concierne a su gobierno político, es un Suplemento al Primer Mandamiento, promulgando que deben continuar sus guerras bajo los auspicios de Dios y, confiando en Su ayuda, deben seguirlo como su líder. Porque les correspondía dar esta prueba de su piedad, para mirar a Dios no menos en la guerra que en la paz, y no apoyar sus esperanzas de seguridad en nada más que en la invocación de Su nombre. De donde deducimos que la adoración a Dios no debe pasarse por alto en el gobierno civil y terrenal; porque, aunque su objetivo directo es preservar la equidad mutua entre los hombres, la religión siempre debe ocupar el primer lugar. La suma, por lo tanto, es que, en medio del ruido de las armas, no deben estar confundidos para no reconocer que están bajo la tutela de Dios, o para perder la confianza de que estarán seguros confiando en su poder. Sin embargo, no los alienta precipitadamente a participar en la guerra, sino que da por sentado que hay una causa legítima para ello; porque esto sería un grave abuso del nombre de Dios, para buscar un asunto próspero de Él, cuando estamos involucrados en algo contrario a su mandato. Pero les prohíbe temer, aunque el enemigo debe ser superior en caballos, en multitud y en todo su conjunto bélico; y en estas palabras les recuerda que no serían susceptibles de sufrir una derrota, porque no se les suministró abundancia de carros y caballos; porque últimamente hemos visto que ni siquiera a sus reyes se les permitió reunir las fuerzas en las que se glorificaron las naciones gentiles; y por lo tanto, no sea que la conciencia de su debilidad los haga temer, Dios declara que su fuerza sería una salvaguarda suficiente para ellos. Y sin lugar a dudas, ese pasaje en Salmo 20:7, se toma de aquí, "Algunos confían en carros y otros en caballos; pero recordaremos el nombre del Señor nuestro Dios ". En ese sentido, Isaías reprende a la gente, porque, al rechazar las aguas de Siloé, anhelan ríos grandes y rápidos; a saber, como lo explica en otra parte, porque confían en los jinetes de Egipto. (Isaías 8:6.) Pero debemos observar en qué se basa su seguridad, a saber, porque la gente debe esperar que el mismo poder divino los acompañe hasta el fin, que sus padres tuvieron experimentados cuando fueron redimidos de Egipto.

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