31. Y cuando el Señor vio. Moisés muestra aquí que el amor extravagante de Jacob fue corregido por el Señor; ya que las pasiones de los fieles, cuando se vuelven desmedidas, suelen ser controladas con la vara. Raquel es amada, no sin perjuicio para su hermana, a quien no se le da el debido honor. El Señor, por lo tanto, interviene como su defensor y, mediante un remedio adecuado, dirige la mente de Jacob en esa dirección a la que estaba más renuente. Este pasaje nos enseña que la descendencia es un don especial de Dios; ya que el poder de hacer fértil a una y maldecir el vientre de la otra se le atribuye expresamente. Debemos observar además que el tener descendencia tiende a conciliar a los esposos con sus esposas. De ahí que los antiguos hayan llamado a los niños con el nombre de prenda; porque sirven, en gran medida, para aumentar y fomentar el amor mutuo. Cuando Moisés afirma que Lea era odiada, quiere decir que no era amada tanto como debía. Porque no era intolerable para Jacob, ni la perseguía con odio; pero Moisés, al usar esta palabra, amplifica su culpa, al no haber cumplido con el deber de esposo y al no haber tratado a su primera esposa con la debida amabilidad y honor. Es importante notar cuidadosamente esto, porque muchos piensan que cumplen con su deber si no llegan al odio mortal. Pero vemos que el Espíritu Santo considera como odiados a aquellos que no son amados lo suficiente; y sabemos que los hombres fueron creados con este fin, para que se amen mutuamente. Por lo tanto, nadie será considerado inocente del crimen de odio ante Dios, sino aquel que abraza a sus semejantes con amor. Porque no solo se considerará el desagrado secreto como odio, sino también la negligencia hacia los hermanos y esa caridad fría que siempre reina en el mundo. Pero en la medida en que alguien esté más estrechamente relacionado con otro, debe ser el esfuerzo por adherirse mutuamente en un vínculo de afecto más sagrado. Además, con respecto a las personas casadas, aunque no puedan tener desacuerdos abiertos, si son fríos en su afecto mutuo, este disgusto no está lejos del odio.

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