18. También producirá espinos y cardos. Aquí se aborda más extensamente lo que ya se ha mencionado, es decir, la participación de los frutos de la tierra con trabajo y dificultad. Y se asigna como razón que la tierra ya no será la misma que antes, produciendo frutos perfectos; pues se declara que la tierra degeneraría de su fertilidad y daría lugar a zarzas y plantas perjudiciales. Por lo tanto, podemos comprender que cualquier cosa perjudicial que pueda producir no son frutos naturales de la tierra, sino corrupciones que provienen del pecado. Sin embargo, no nos corresponde reprender a la tierra por no corresponder a nuestros deseos y a los esfuerzos de sus cultivadores como si frustrara maliciosamente nuestro propósito; sino que, en su esterilidad, marquemos la ira de Dios y lamentemos nuestros propios pecados. Algunos han sostenido falsamente que la tierra está agotada por la larga sucesión del tiempo, como si el constante producir la hubiera agotado. Piensan de manera más correcta quienes reconocen que, por la creciente maldad de los hombres, la bendición restante de Dios se va disminuyendo y debilitando gradualmente; y ciertamente existe el peligro de que, a menos que el mundo se arrepienta, una gran parte de la humanidad pueda perecer pronto por hambre y otras terribles desgracias. Las palabras que siguen de inmediato, "comerás del herbaje del campo", son interpretadas demasiado estrictamente (en mi opinión) por aquellos que piensan que Adán fue privado de todos los frutos que antes se le permitía comer. Dios no quiere más que indicar que en cierta medida sería privado de sus antiguas exquisiteces y se vería obligado a usar, además de ellas, las hierbas que habían sido diseñadas solo para los animales. Porque el modo de vida al principio, asignado para él, en esa abundancia feliz y encantadora, era mucho más delicado de lo que se volvió después. Dios, por lo tanto, describe parte de esta pobreza con la palabra "hierbas", como si un rey alejara a uno de sus asistentes de la mesa principal hacia la que era plebeya y común; o como si un padre alimentara a un hijo que lo hubiera ofendido con el pan tosco de los sirvientes; no porque le prohíba al hombre todo otro alimento, sino porque disminuye gran parte de su liberalidad habitual. Sin embargo, esto podría tomarse como añadido con el propósito de consuelo, como si se hubiera dicho: 'Aunque la tierra, que debería ser la madre solo de buenos frutos, esté cubierta de espinos y zarzas, aún te dará sustento para que puedas alimentarte'.

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