4. Y Jacob envió. Él envía por sus esposas para explicarles su intención y exhortarlas a que lo acompañen en su huida; porque era su deber como buen esposo llevárselas consigo, por lo tanto era necesario informarles de su plan. No estaba tan ciego como para olvidar los muchos peligros de su plan. Era difícil llevar a mujeres que nunca habían dejado la casa de su padre a una región remota a través de un viaje desconocido. Además, existía el temor de que al buscar protección para ellas mismas, pudieran traicionar a su esposo ante sus enemigos. La cobertura de muchos les habría fallado en un estado de perturbación tal que habrían ignorado la fidelidad conyugal para procurar su propia seguridad. Por lo tanto, Jacob actuó con gran constancia al elegir exponerse al peligro en lugar de fallar en el deber de ser un buen esposo y padre de familia. Si sus esposas hubieran rechazado acompañarlo, el llamado de Dios lo habría obligado a partir. Pero Dios le concedió algo mucho más deseable, que toda su familia, de común acuerdo, estaba dispuesta a seguirlo: además, sus esposas, cuya casa antes había estado llena de peleas mutuas, ahora accedieron libremente a ir al exilio con él. Así que el Señor, cuando cumplimos nuestro deber de buena fe y no evitamos nada de lo que él nos manda, nos permite tener éxito, incluso en los asuntos más dudosos. Además, por el hecho de que Jacob llama a sus esposas al campo, inferimos la vida llena de ansiedades que llevaba. Sin duda, habría sido una conveniencia primordial de su vida vivir en casa con sus esposas. Ya estaba avanzado en edad y agotado por muchos trabajos, y por lo tanto tenía una gran necesidad de su servicio. Sin embargo, satisfecho con una cabaña en la que pudiera cuidar su rebaño, vivía apartado de ellas. Si entonces hubiera habido un ápice de equidad en Labán y sus hijos, no habrían encontrado motivo para la envidia.

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