53. El Dios de Abraham. Es, de hecho, correcto y apropiado que Labán conjure a Jacob por el nombre de Dios. Porque esta es la confirmación de los pactos; apelar a Dios por ambas partes, para que no permita que la perfidia quede impune. Pero él mezcla pecaminosamente ídolos con el Dios verdadero, entre los cuales no hay nada en común. Así es como los hombres atrapados en la superstición suelen confundir indiscriminadamente las cosas sagradas con las profanas, y las invenciones humanas con el Dios verdadero. Se ve obligado a dar cierto honor al Dios de Abraham, pero está sumido en su propia contaminación idólatra; y para que su religión no parezca peor, le da un tono de antigüedad. Al llamarlo el Dios de su padre, presume que este Dios le fue transmitido por sus antepasados. Mientras tanto, Jacob no jura de manera supersticiosa. Porque Moisés declara expresamente que juró solo por "el temor de Isaac"; de donde aprendemos que no estuvo de acuerdo con la forma de juramento preposteramente dictada por su suegro; algo que hacen muchos, quienes, para ganarse el favor de los malvados, pretenden tener la misma religión que ellos. Pero una vez que el único Dios se nos da a conocer, suprimimos pecaminosamente su verdad, a menos que, a través de su luz, todas las nubes de error se dispersen.

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