23. Quitaron a Jose del abrigo (134) Vemos que estos hombres están llenos de ficciones y mentiras. Despojan descuidadamente a su hermano, no sienten ningún temor al arrojarlo con sus propias manos en la cisterna, donde el hambre, peor que diez espadas, podría consumirlo. Lo hacen porque esperan que su crimen quedará oculto. Al llevarse su ropa, no despertarían sospechas de su asesinato, ya que, en verdad, su padre creería que lo había desgarrado una bestia salvaje. Así que Satanás embriaga las mentes malvadas, de modo que se enredan en evasiones frívolas. La conciencia es, de hecho, la fuente de la modestia, pero Satanás adormece de tal manera a aquellos a quienes ha atrapado en sus lazos con sus atractivos, que la conciencia misma, que debería haberlos citado como culpables ante el tribunal de Dios, solo los endurece aún más. Al encontrar subterfugios, cometen con mucho más atrevimiento el pecado, como si pudieran cometer impunemente lo que escapa de los ojos de los hombres. Es, sin duda, un sentido reprobado, un espíritu de frenesí y estupor, lo que retiene a alguien de un intento audaz, solo por miedo a la vergüenza de los hombres, mientras que el temor del juicio divino es pisoteado. Y aunque no todos son llevados tan lejos, el error de rendir más honor a los hombres que a Dios es demasiado común. La repetición de la palabra "túnica" en la oración de Moisés es enfática, mostrando que esta señal del amor del padre no pudo ablandar sus mentes.

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