7. Y el Señor dijo: Destruiré al hombre que he creado de la faz de la tierra, hombre y bestia, etc. Él nuevamente presenta a Dios como deliberando, para que podamos saber mejor que el mundo no fue destruido sin un consejo maduro de parte de Dios. Porque el Espíritu del Señor diseñó que debemos ser amonestados diligentemente en este punto, a fin de que él pueda cortar la ocasión para esas quejas impías, en las que de otro modo deberíamos estar demasiado listos para salir. La palabra que se dice aquí significa decretado; porque Dios no pronuncia voz, sin haber determinado internamente lo que haría. Además, no tenía necesidad de un nuevo consejo, según la manera de los hombres, como si estuviera formando un juicio sobre algo descubierto recientemente. Pero todo esto se dice considerando nuestra debilidad; para que podamos pensar inteligentemente en el diluvio, pero inmediatamente se nos ocurrirá que la venganza de Dios fue justa.

Además, Dios, no contento con el castigo del hombre, procede incluso a las bestias, al ganado, a las aves y a todo tipo de criaturas vivientes. En el cual parece exceder los límites de la moderación: porque aunque la impiedad de los hombres le es odiosa, ¿con qué propósito es enojarse con los animales inofensivos? Pero no es maravilloso que esos animales, que fueron creados por el bien del hombre, y vivieron para su uso, participaran en su ruina: ni los asnos, ni los bueyes, ni ningún otro animal, habían hecho el mal; Sin embargo, estando en sujeción al hombre cuando cayó, fueron arrastrados con él a la misma destrucción. La tierra era como una casa rica, bien provista de todo tipo de provisiones en abundancia y variedad. Ahora, dado que el hombre ha contaminado la tierra misma con sus crímenes, y ha corrompido vilmente todas las riquezas con las que se repone, el Señor también diseñó que el monumento a su castigo se colocara allí: como si fuera un juez, a punto de castigar el criminal más malvado y nefasto debería, por el bien de una infamia mayor, ordenar que su casa sea arrasada hasta los cimientos. Y todo esto tiende a inspirarnos con un temor al pecado; porque podemos inferir fácilmente cuán grande es su atrocidad, cuando el castigo se extiende incluso a la creación bruta.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad