23. Y Sem y Jafet tomaron una capa. Aquí se elogia la piedad, así como la modestia, de los dos hermanos, quienes, para que la dignidad de su padre no disminuyera en su estima, sino para que siempre pudieran conservar y mantener la reverencia que le debían, apartaron sus ojos de la vista de su desgracia. Así dieron prueba del respeto que tenían por el honor de su padre, al suponer que sus propios ojos se contaminarían si miraban voluntariamente la desnudez con la que él estaba deshonrado. Al mismo tiempo, también consultaron su propia modestia. Porque (como se dijo en Génesis 3:1) hay algo tan inexplicablemente vergonzoso en la desnudez del hombre, que apenas alguien se atreve a mirarse a sí mismo, incluso cuando no hay testigos presentes. También censuran la impía temeridad de su hermano, quien no había respetado a su padre. Así, podemos aprender cuán aceptable es a Dios esa piedad, cuyo ejemplo aquí registrado recibe un encomio especial del Espíritu. Pero si la piedad hacia un padre terrenal era una virtud tan excelente y digna de elogio, ¿con cuánta mayor devoción de piedad debería ser adorado el sagrado poder de Dios? Los papistas se vuelven ridículos al desear cubrir la inmundicia de su ídolo, sí, las abominaciones de todo su clero impuro, con el manto de Sem y Jafet. Dejo de mencionar cuán grande es la diferencia entre la desgracia de Noé y la execrable vileza de tantos crímenes que contaminan el cielo y la tierra. Pero es necesario que Anticristo y sus obispos con cuerno, con toda esa chusma, demuestren ser padres, (296) si desean que se les pague algún honor."

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