3. Todo lo que se mueve y vive os servirá de alimento. El Señor avanza más y otorga a los hombres los animales como alimento, para que puedan comer su carne. Y como Moisés relata por primera vez que se les otorgó este derecho a los hombres, casi todos los comentaristas infieren que antes del diluvio no era lícito para el hombre comer carne, sino que solo podía consumir los frutos naturales de la tierra. Pero este argumento no es lo suficientemente sólido. Mantengo este principio: que aquí Dios no otorga a los hombres más de lo que les había dado previamente, sino que solo restituye lo que les había sido arrebatado, para que vuelvan a poseer esos bienes de los que habían sido excluidos. Ya que antes habían ofrecido sacrificios a Dios y también se les permitía matar bestias salvajes, de cuyas pieles y cueros podían hacerse vestimentas y tiendas, no veo por qué deberían estar impedidos de comer carne. Pero como es de poca importancia la opinión que se tenga sobre este asunto, no afirmo nada al respecto. Esto debe ser considerado por nosotros como de mayor importancia: que el comer la carne de los animales nos es concedido por la bondad de Dios; que no tomamos lo que nuestro apetito desea como hacen los ladrones, ni derramamos tiránicamente la sangre inocente del ganado, sino que solo tomamos lo que nos es ofrecido por la mano del Señor. Hemos escuchado lo que dice Pablo, que tenemos libertad para comer lo que queramos, solo lo hacemos con la certeza de la conciencia, pero aquel que imagina que algo es impuro, para él es impuro (Romanos 14:14.) ¿Y de dónde ha provenido esto para el hombre, que pueda comer cualquier alimento que desee antes de Dios, con una mente tranquila y no con una licencia desenfrenada, sino porque sabe que le ha sido entregado divinamente en su mano por derecho de donación? Por lo tanto, (siendo el mismo Pablo testigo), la palabra de Dios santifica las criaturas, para que podamos alimentarnos de ellas de manera pura y lícita (1 Timoteo 4:5). Que sea rechazado por completo el dicho que afirma que 'nadie puede alimentar y refrescar su cuerpo con un bocado de pan sin manchar al mismo tiempo su alma'. Por lo tanto, no cabe duda de que el Señor quiso confirmar nuestra fe cuando declara expresamente por medio de Moisés que dio al hombre el libre uso de la carne, para que no la comiéramos con una conciencia dudosa y temblorosa. Al mismo tiempo, sin embargo, nos invita a la acción de gracias. Por esta razón, Pablo añade "oración" a la "palabra", al definir el método de santificación en el pasaje recientemente citado.

Y ahora debemos retener firmemente la libertad que nos otorgó el Señor, la cual él quiso que quedara registrada como en tablas públicas. Por medio de esta palabra, se dirige a toda la posteridad de Noé y hace que este don sea común a todas las épocas. Y ¿por qué se hace esto, sino para que los fieles afirmen audazmente su derecho a lo que saben que proviene de Dios como su Autor? Pues es una tiranía insoportable que, después de que Dios, el Creador de todas las cosas, nos haya abierto la tierra y el aire para que podamos tomar alimentos de allí como de su despensa, se nos prohíba acceder a ellos por parte de un hombre mortal, que no es capaz de crear ni siquiera un caracol o una mosca. No hablo de prohibición externa, sino que afirmo que se hace un atroz agravio a Dios cuando permitimos que los hombres declaren como ilícito aquello que Dios ha dispuesto como lícito y que aten conciencias que la palabra de Dios libera, mediante sus leyes ficticias. Moisés pasa por alto el hecho de que Dios prohibió a su antiguo pueblo el consumo de animales impuros, ya que esta excepción era temporal.

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