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32. Y cuando vieron al capitán en jefe. Aquellos cuya furia, ni la majestad de Dios, ni la reverencia del templo, pudieron alguna vez quedarse, comienzan a ceder cuando ven a un hombre profano. Por lo cual parece que fueron incendiados más que con crueldad bárbara que celo. Ahora, mientras que el capitán en jefe ata a Paul con cadenas, declara lo suficiente como para no venir a aliviarlo. Los incrédulos atribuirían esto a la fortuna; pero el Espíritu nos ha retratado la providencia de Dios como en una mesa [imagen] reinando en medio de los confusos alborotos de los hombres. Y aunque sea muy difícil que este santo ministro de Dios sea manejado de manera tan vergonzosa, sin embargo, se debe elogiar la equidad del capitán en jefe si se lo compara con los judíos. Lo ata con cadenas, como si fuera un malhechor o una persona malvada; sin embargo, él está seguro de escucharlo cuando está atado, a quien golpearon sin piedad; ni decide manejarlo apenas antes de que él supiera su uso. Sí, esta era la mejor manera de mitigar su crueldad, porque pensaban [esperaban] que Paul debería ser castigado de inmediato. -

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