16. He aquí, he creado a los trabajadores. El Señor muestra cuán fácil y fácilmente libera a su Iglesia de los ataques básicos de hombres malvados; porque no pueden hacer nada más que hasta donde el Señor lo permita, aunque los usa como instrumentos para castigar a su pueblo. Además, esto puede verse apropiadamente como una referencia tanto a los babilonios como a otros enemigos que luego angustiaron a las personas elegidas. Si se prefiere el sentido anterior, Dios se compromete a demostrar que puede alejar fácilmente a aquellos a quienes dirigió contra ellos, y al este a los que levantó. Si se supone que se refiere a Antíoco y otros de la misma descripción, el significado no será muy diferente; a saber, que tampoco se les permitirá lastimarlos, porque ni siquiera pueden mover un dedo sino por la dirección de Dios.

Pero se puede pensar que el Profeta se contradice a sí mismo; porque en el verso anterior dijo que los hombres malvados atacan a la Iglesia "sin el Señor", y ahora dice que luchan bajo Dios como su líder, que bajo su guía y dirección pueden desperdiciar y destruir. Respondo, debemos tener en cuenta el contraste; a saber, que el Señor había levantado a los babilonios para destruir la Iglesia. Debemos observar la metáfora del diluvio, por el cual denota el exterminio total; porque en ese momento se podría decir que la Iglesia se había ahogado, e hizo uso de los babilonios como sus agentes para ese propósito. Pero él declara solemnemente que de ahora en adelante está decidido a contener su ira, para nunca permitir que la Iglesia sea destruida por sus enemigos, aunque la castigue por su propia mano. El objetivo al que apuntan los enemigos de la Iglesia, y que trabajan con todas sus fuerzas para lograr, es arruinar y destruir la Iglesia; pero el Señor frena sus ataques; porque "sin él", es decir, sin su orden, no hacen nada. Algunos explican el significado de ser, eso. "El trabajador ha sido creado para su trabajo", es decir, para que pueda efectuar su propia destrucción, y el derroche, para destruirse a sí mismo. Pero el primer sentido me parece más simple.

He creado el desperdicio para destruir. Cuando el Señor dice que "crea el desperdicio", esto no se refiere simplemente a la naturaleza con la que los hombres nacen, sino al acto mismo de "desperdiciar". Y, sin embargo, no debemos, por ese motivo, echarle la culpa a Dios, como si fuera el autor de la crueldad injusta que habita solo en los hombres; porque Dios no da su consentimiento a sus inclinaciones malvadas, sino que regula sus esfuerzos por su providencia secreta, y los emplea como instrumentos de su ira. Pero sobre este tema lo hemos tratado en la exposición de otros pasajes.

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