11. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria. (195) Se le llama "el santuario del pueblo" en un sentido diferente del que se le llama "el santuario de Dios"; porque, siendo el testimonio de una unión sagrada entre Dios y el pueblo, a menudo se le llama "la casa santa de Dios"; es decir, porque corresponde a su santidad. Pero ahora, en un sentido pasivo, los creyentes lo llaman "su santuario", porque de él deben buscar su santificación.

Esto se confirma más claramente con las palabras "de nuestra gloria". Reconocen que no tienen nada en lo que deben gloriarse, excepto el templo, en el que Dios desea ser adorado y adorado. Y sin embargo, vemos que esta gloria a menudo carecía de fundamento, y por esa razón fue reprendida por Jeremías.

"No confíes en palabras de falsedad, diciendo: El templo del Señor, El templo del Señor, El templo del Señor, somos nosotros". (Jeremias 7:4.)

Pero mientras que la gloria de aquellos que eran orgullosos e insolentes a causa de títulos vacíos no tenía fundamento, sin embargo, la verdadera y bien fundada era la gloria de aquellos que abrazaron con el corazón la ordenanza del Señor y, confiando en el testimonio de su palabra, Sabía que habitaban a la sombra de aquel que había criado para sí mismo una morada constante en medio de ellos; porque el templo fue construido por orden del Señor, para que los judíos pudieran gloriarse justamente en tener a Dios como protector de su salvación.

En el cual nuestros padres te alabaron. Debido a que la adoración a Dios en ese momento estaba corrompida y adulterada, y casi todos se habían rebelado a la superstición y la impiedad, por esta razón no menciona el presente sino la edad anterior. Como si hubiera dicho: “Aunque no te hemos rendido tal adoración como deberíamos haber rendido, este es el templo en el que nuestros padres te adoraron con pureza; ¿permitirás que sea profanado y destruido? ¿Acaso esta desgracia no retrocederá en ti mismo, ya que se relaciona con la adoración de tu nombre? Aquí los judíos no dicen nada acerca de su vida, y no presentan excusas, y más bien confiesan su culpa, pero ofrecen su adoración a Dios, para que él sea consciente de su pacto, y no permita que sus promesas se anulen. Este ejemplo debe ser imitado por todos los creyentes. La palabra "alabanza" denota acción de gracias; como si hubiera dicho: “En ese templo, cuyas melancólicas ruinas provocan el luto y las lágrimas de todos los creyentes, las alabanzas de Dios en un momento resonaron, cuando trató a su pueblo con amabilidad y gentileza. (196)

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