Con estas palabras quiere decir que ellos, después de haber hecho muchas evasiones durante mucho tiempo, aún serían juzgados, dispuestos o involuntarios; porque no podrían privar a Dios de su derecho, que él no sea el juez del mundo, y así dar a cada uno la recompensa de sus propias obras: porque el Profeta no habla de méritos o virtudes, sino que solo muestra que por mucho que se oculten los impíos, aún no pudieron escapar del tribunal de Dios, sino que por fin deben rendirle cuentas.

Podemos deducir aún más de este pasaje una verdad general: que los recovecos del corazón están tan ocultos que ningún ser humano puede formar un juicio del hombre. De hecho, sabemos que hay apariencias de virtud en muchos; pero le pertenece solo a Dios buscar los corazones de los hombres y probar las riendas. De manera precipitada, muchos forman una estimación del carácter del hombre de acuerdo con sus propias aprensiones o la medida de su propio conocimiento; porque el corazón del hombre es siempre falso y engañoso. Si alguien objeta y dice que Jeremías habla de los judíos que vivían, hay una respuesta dada por Pablo:

"Todo lo que está escrito en la Ley pertenece a todos". (Romanos 15:4.)

Entonces se describe aquí el carácter de toda la humanidad, hasta que Dios regenere a sus elegidos. Como entonces no hay pureza excepto del Espíritu de Dios, mientras los hombres continúen en su propia naturaleza, sus corazones estarán llenos de engaños y fraudes. Entonces, el esplendor más justo no es más que hipocresía, que es abominable a la vista de Dios. Sigamos -

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